Revista Línea de Fuego
Revista de actualidad de Lima Norte, del acontecer nacional e internacional. Periodismo serio y responsable. Rescatando los valores nacionales. Afiliada a la Asociación de Comunicadores y Periodistas de Lima Norte - ACOPLN
lunes, 27 de octubre de 2008
miércoles, 1 de octubre de 2008
INFORME ESPECIAL
Formando grupos o pequeñas asociaciones mucha gente llegaba todos los días a las Pampas de Comas (hoy La Libertad), corría el año 1958. Sumándose a las más de 50 familias que poblaban ya este lugar (entre la avenida Túpac Amaru y las transversales San Martín, Jorge Chávez y Bolívar).
Era una población desposeída, desalojada, desocupada o viviendo en inhumanas azoteas, callejones y tugurios de la capital, así como sobrantes de otras zonas como Fray Martín de Porras (ahora San Martín de Porras) y Ciudad de Dios, Cerro Candela de Vitarte etc., venían en oleadas con la esperanza de vivir sin pagar arriendo. Gobernaba el Perú Manuel Prado.
Los Aquino, Marchena, etc, conocían ahora a los Ruiz, Mamani, Rojas, Alor, Cárdenas, Flores, Lira Delgado, Marín, Balabarca, Hijar, etc, etc, etc. Cientos y miles de familias procedentes de los diferentes confines del país de Arguedas, todos con un fin en común, tener su lotecito donde depositar sus huesos dignamente.
Eran meses primaverales y desde los cerros se podía observar el valle del Chillón; cubierto de vegetación de color verde de variado matices: caña, uva, algodón, y maíz; más allá, entre las granjas de los japoneses y la antigua carretera de la Panamericana Norte, se divisa pequeños avioncitos que parecen de juguete y vuelan sobre el aeropuerto civil de Collique. Por el suroeste el Río Chillón, se confunde con las planicies cultivadas y en producción del valle, y al otro lado de esta extensión cultivada, como iluminada por un potente proyector solar de media mañana, se contempla algunos barcos en el puerto del Callao.
Han transcurrido 49 años de esta masiva invasión, como despectivamente llamaban los que tuvieron la suerte de tener dinero para comprar un terreno, una casa o una mansión y que carecen de capacidad de comprender que estos hombres y mujeres pagaron con sudor, lágrimas y hasta sus vidas, el derecho de habitar este lugar, además de darle vida a este yermo paraje y no afectaron ni un metro cuadrado de terreno agrícola, el cual fue convertido indiscriminadamente en urbanizaciones por las grandes constructoras. Hoy, aún tenemos la suerte de ver a estos valientes y sacrificados seres que nos trasmiten lo narrado, lo cual debemos trasladar a estas nuevas generaciones, para que conozcan, valoren, amen y continúen la construcción de este pueblo, que también alberga al lúmpen y que además a traidores que defraudan al pueblo que les dio su confianza, enriqueciéndose ilícitamente, fungiendo de honorables ciudadanos o autoridades. Y también a aquellos que pretenden dividir al distrito o desconocen el valor histórico de cada uno de los sectores que comprenden el pueblo más pujante de la metrópolis capitalina, con aproximadamente de 600 mil habitantes.
Pero este pueblo, heredero de los Collis, como ayer y acostumbrado a luchar, hoy sigue luchando para expectorar a sus enemigos e impedir toda acción y decisión inconsulta que atente contra los intereses comunes de Comas.
Era una población desposeída, desalojada, desocupada o viviendo en inhumanas azoteas, callejones y tugurios de la capital, así como sobrantes de otras zonas como Fray Martín de Porras (ahora San Martín de Porras) y Ciudad de Dios, Cerro Candela de Vitarte etc., venían en oleadas con la esperanza de vivir sin pagar arriendo. Gobernaba el Perú Manuel Prado.
Los Aquino, Marchena, etc, conocían ahora a los Ruiz, Mamani, Rojas, Alor, Cárdenas, Flores, Lira Delgado, Marín, Balabarca, Hijar, etc, etc, etc. Cientos y miles de familias procedentes de los diferentes confines del país de Arguedas, todos con un fin en común, tener su lotecito donde depositar sus huesos dignamente.
Eran meses primaverales y desde los cerros se podía observar el valle del Chillón; cubierto de vegetación de color verde de variado matices: caña, uva, algodón, y maíz; más allá, entre las granjas de los japoneses y la antigua carretera de la Panamericana Norte, se divisa pequeños avioncitos que parecen de juguete y vuelan sobre el aeropuerto civil de Collique. Por el suroeste el Río Chillón, se confunde con las planicies cultivadas y en producción del valle, y al otro lado de esta extensión cultivada, como iluminada por un potente proyector solar de media mañana, se contempla algunos barcos en el puerto del Callao.
Han transcurrido 49 años de esta masiva invasión, como despectivamente llamaban los que tuvieron la suerte de tener dinero para comprar un terreno, una casa o una mansión y que carecen de capacidad de comprender que estos hombres y mujeres pagaron con sudor, lágrimas y hasta sus vidas, el derecho de habitar este lugar, además de darle vida a este yermo paraje y no afectaron ni un metro cuadrado de terreno agrícola, el cual fue convertido indiscriminadamente en urbanizaciones por las grandes constructoras. Hoy, aún tenemos la suerte de ver a estos valientes y sacrificados seres que nos trasmiten lo narrado, lo cual debemos trasladar a estas nuevas generaciones, para que conozcan, valoren, amen y continúen la construcción de este pueblo, que también alberga al lúmpen y que además a traidores que defraudan al pueblo que les dio su confianza, enriqueciéndose ilícitamente, fungiendo de honorables ciudadanos o autoridades. Y también a aquellos que pretenden dividir al distrito o desconocen el valor histórico de cada uno de los sectores que comprenden el pueblo más pujante de la metrópolis capitalina, con aproximadamente de 600 mil habitantes.
Pero este pueblo, heredero de los Collis, como ayer y acostumbrado a luchar, hoy sigue luchando para expectorar a sus enemigos e impedir toda acción y decisión inconsulta que atente contra los intereses comunes de Comas.